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De Tlatelolco a Pruitt-Igoe: La modernidad en ruinas

En éste artículo analizaremos dos importantes proyectos de conjuntos habitacionales, uno en México y otro en Estados Unidos producidos por la arquitectura del movimiento moderno a mediados del siglo XX, que si bien ciertamente fueron proyectados con la mejor de las intenciones como ideas para revitalizar a ciudades afectadas por el hacinamiento y el desorden social, en su desarrollo tuvieron que enfrentar serias dificultades que les impidieron cumplir su propósito inicial. Desde su surgimiento a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, el movimiento moderno se propuso crear una nueva arquitectura que dignificara la vida de todos los seres humanos dándoles acceso universal a ciudades y viviendas con todas las comodidades posibles, en concordancia con lo que se esperaba de la era moderna, una época en la que los avances tecnológicos prometían acabar de una vez por todas con el hambre, la pobreza, la violencia y las enfermedades.

Sin embargo a partir de la segunda mitad del siglo XX la arquitectura del movimiento moderno tuvo que enfrentarse a una realidad social muy compleja y con numerosas asignaturas pendientes, que muy pronto cobró factura condenando a numerosos proyectos arquitectónicos al abandono o a sufrir fuertes modificaciones para continuar siendo útiles. La razón de éste fenómeno es que si bien la era moderna trajo muchos progresos científicos y tecnológicos, también trajo numerosos retrocesos políticos y sociales (desigualdad, corrupción, injusticia, etc.) que hasta la fecha no se han podido superar y que impactaron negativamente al desarrollo de una arquitectura que estaba desarrollándose para un ser humano distinto al que llegó a habitar o utilizar estas edificaciones.

Conjunto Habitacional Pruitt-Igoe (Estados Unidos, 1954)

El arquitecto norteamericano posmodernista Charles Jencks, definió al 15 de Julio de 1972, como el día en que "murió" la arquitectura del movimiento moderno, al demostrarse que había fracasado en su intento de resolver el acceso universal a una vivienda digna. La pregunta es, ¿Que sucedió aquel 15 de Julio de 1972?, y sobre todo que fue lo que motivo a Jencks a declarar algo tan dramático. Ese día, en la ciudad de Saint-Louis, Missouri, en los Estados Unidos, el conjunto habitacional Pruitt-Igoe, fue demolido, tras una larga agonía en la que demostró una escasa funcionalidad como obra arquitectónica. 

Panorámica del Conjunto Habitacional Pruitt-Igoe, nótese el contraste de densidad con las viviendas circundantes de menor altura
Panorámica del Conjunto Habitacional Pruitt-Igoe, nótese el contraste de densidad con las viviendas circundantes de menor altura

El conjunto habitacional Pruitt-Igoe surgió a inicios de la década de 1950 como una novedosa propuesta para rehabilitar un amplio sector de la ciudad de Saint-Louis que había decaído considerablemente por la acumulación de viviendas antiguas y deterioradas en condiciones de pobreza y en calles muy angostas que favorecían el hacinamiento, la marginación y la inseguridad. Influenciadas por los principios de la Carta de Atenas y del CIAM (Congreso Internacional de Arquitectura Moderna), las autoridades de la ciudad contrataron al despacho Leinweber, Yamasaki & Hellmuth, liderados por el arquitecto norteamericano de origen japonés Minoru Yamasaki (quien posteriormente diseñaría las conocidas "Torres Gemelas" del World Trade Center en Nueva York), que propuso un conjunto de edificios de apartamentos de varios tipos y alturas rodeados de amplias áreas verdes.

Sin embargo el proyecto enfrentó numerosas dificultades económicas y sociales que le afectaron profundamente, primeramente en la etapa de construcción se decidió emplear un solo diseño uniforme de edificio de 11 niveles, ya que había una escasez de materiales producto de la guerra de Corea, así mismo los acabados y la decoración se redujeron al mínimo necesario, creando un ambiente frío y deshumanizado al interior de los apartamentos que eran demasiado pequeños. En el aspecto social, en aquellos años en los Estados Unidos todavía era vigente la segregación racial entre blancos y negros, por lo que se tuvo que separar el conjunto en dos zonas, una para blancos y otra para negros, lo que con los años provocó el surgimiento de pandillas que aprovechaban pasillos, escaleras y jardines para cometer actos delictivos, ocasionando el abandono paulatino de las áreas públicas, con lo que el conjunto se empezó a despoblar, sobre todo de habitantes de raza blanca, quienes prefirieron irse a vivir a los suburbios.

Secuencia de demolición controlada de uno de los edificios del Conjunto Habitacional Pruitt-Igoe
Secuencia de demolición controlada de uno de los edificios del Conjunto Habitacional Pruitt-Igoe

Así mismo existían numerosas fallas de construcción que hacían incómodo habitar los apartamentos, los ascensores eran de tipo "Skip-Stop" (paraban cada tres plantas obligando a todos los usuarios a emplear las escaleras), no había preparación alguna para instalar aire acondicionado o cualquier otro tipo de climatización, las escaleras eran demasiado angostas y oscuras (lo que era aprovechado por los asaltantes) y las cocinas de los apartamentos eran extremadamente pequeñas, lo que las hacía inadecuadas especialmente para las familias numerosas. Así mismo no se instalaron juegos infantiles ni mobiliario adecuado en los parques hasta que hubo protestas vecinales. Poco menos de 20 años de haberse construido, Pruitt-Igoe se encontraba en total decadencia por éstas razones, que condujeron a partir del año de 1968 a las autoridades locales a preparar un plan de demolición y a animar a que las pocas familias que seguían habitando el conjunto se mudaran, demoliendo éste en el año de 1972; actualmente el terreno es ocupado por un parque y algunas escuelas.

La razón del fracaso de Pruitt-Igoe, radica en una malinterpretación de la filosofía del movimiento moderno, muy influenciada por las ideas de Le Corbusier, que concebía a las edificaciones como máquinas de habitar (la "Machine á Habiter") en concordancia al progreso industrial y tecnológico, edificaciones producidas con la ayuda de los avances tecnológicos como la estandarización y la producción en serie. La consecuencia de politizar excesivamente el proyecto, dándole prioridad al presupuesto y a las estadísticas, fue que precisamente se trató de convertir al usuario en otra máquina, considerándolo una máquina que habitaba en otra y no como a un ser humano único, irrepetible, con conciencia y sentimientos, que debía de ser escuchado para resolver de una forma más adecuada sus necesidades.

Conjunto Urbano Nonoalco-Tlatelolco (México, 1964)

Considerado un importante escenario de varios acontecimientos históricos que sacudieron a México a partir de la segunda mitad del Siglo XX, el Conjunto Urbano Nonoalco-Tlatelolco, fue uno de las mayores proyectos de vivienda planificada realizada en la historia de nuestro país.  Hasta la fecha es considerado el complejo de apartamentos más grande de América Latina, aún cuando algunos de sus 102 edificios originales han sido demolidos o abandonados, mientras que el resto sobreviven en un estado de considerable deterioro. Fue diseñado por el arquitecto Mario Pani Darqui, uno de los principales exponentes del funcionalismo en nuestro país, quien al realizar sus estudios profesionales en Francia, fue influenciado por las tendencias de arquitectos modernos y funcionalistas de la época, tales como Le Corbusier. Es de destacarse también la participación en éste proyecto de numerosos arquitectos y diseñadores poco conocidos pero muy destacados, tales como Clara Porset, quien diseñó una completa línea de mobiliario a la medida para los apartamentos.

Aspecto original del Conjunto Urbano Nonoalco-Tlatelolco en el año de 1964, visto desde la Plaza de las Tres Culturas
Aspecto original del Conjunto Urbano Nonoalco-Tlatelolco en el año de 1964, visto desde la Plaza de las Tres Culturas

La idea original del proyecto era bastante ambiciosa, el Departamento del Distrito Federal (entidad gubernamental encargada de administrar a la Ciudad de México en aquel entonces) tenía planeada la realización de un "anillo de regeneración urbana" que reemplazara a la denominada "herradura de tugurios", una importante concentración de viviendas en condiciones deplorables en los alrededores del actual centro de la Ciudad de México, sobre todo en la zona norte, donde había una gran cantidad de patios ferroviarios que eran ocupados por asentamientos irregulares. La idea entonces consistiría en rodear completamente al centro histórico y reemplazarlo con nuevos conjuntos de edificaciones de estilo modernista e internacional, lo cual por razones de presupuesto, y por el coste político y social que implicaba reubicar a decenas de miles de personas, nunca se llegó a realizar.

El equipo de Mario Pani hizo un muy completo análisis de las condiciones en que vivían las familias en aquellas zonas y propuso un aumento no muy significativo de la densidad de población (había una gran sobrepoblación en éstas áreas), obteniendo en cambio una gran cantidad de áreas verdes y circulaciones que comunicarían a los edificios de apartamentos con una serie de infraestructuras tales como escuelas, hospitales, clínicas, centros comerciales y lugares de esparcimiento, reduciendo significativamente el uso del automóvil, ésta solución podría aplicarse para extinguir toda la  "herradura de tugurios", sin embargo se aplicó únicamente a los terrenos que ocupaban los patios ferroviarios de la antigua estación de carga de Nonoalco (llenos de asentamientos irregulares), la cual fue reubicada más al norte, en su actual ubicación en Pantaco.

El proyecto consideró edificios de varios niveles y también para distintos niveles socioeconómicos, siendo financiada su construcción y venta por el Banco Nacional Hipotecario (actualmente Banobras), lo que también tuvo consecuencias en el diseño arquitectónico del conjunto, ya que para maximizar las ganancias se aumentó la densidad de población en su interior en detrimento de la calidad de vida y de la amplitud de las áreas verdes, provocando así mismo saturación en los servicios, reduciendo su calidad; lo que a la larga aceleraría el deterioro de las edificaciones.

Pocos años después de su inauguración en 1964, en el año de 1968, el 2 de Octubre, a unos días de inaugurarse los juegos olímpicos que aquel año tendrían lugar en la Ciudad de México, un acontecimiento hizo pasar a la historia a Tlatelolco; la Plaza de las Tres Culturas, ubicada en la parte central del complejo se convirtió en el escenario del trágico final del movimiento estudiantil de 1968, cuando una manifestación de estudiantes fue violentamente reprimida por grupos paramilitares; la situación de la plaza ubicada debajo del nivel de la calle y rodeada de edificios, obstruyó el escape de los estudiantes ocasionando numerosas víctimas fatales.

Tras este suceso, en la década de 1970 el conjunto atravesó numerosos problemas administrativos que provocaron que no se le diera el mantenimiento adecuado a las edificaciones que lo integraban, aunado a ello, la situación del Valle de México sobre antiguos terrenos lacustres empezó a provocar asentamientos en las cimentaciones y que éstas comenzaran a inundarse, deteriorándose aceleradamente. Éste problema tendría consecuencias fatales en el año de 1985, cuando un fuerte sismo trepidatorio sacudió a la Ciudad de México, provocando daños en numerosos edificios y estructuras, el edificio Nuevo León, uno de los más grandes del complejo (en realidad se trataba de tres estructuras independientes juntas que simulaban un solo edificio) colapsó de inmediato llevándose una gran cantidad de vidas y otros ocho edificios tuvieron que ser evacuados de inmediato y posteriormente demolidos, porque sus estructuras se encontraban dañadas sin posibilidad alguna de reparación; adicionalmente otros cuatro edificios tuvieron que ser reducidos en altura para disminuir la sobrecarga de sus cimentaciones.

Ruinas del edificio Nuevo Léon tras el sismo de 1985, aspecto de las fachadas tras la remoción de los paneles de "Marcolita" y la instalación de refuerzos estructurales
Ruinas del edificio Nuevo Léon tras el sismo de 1985, aspecto de las fachadas tras la remoción de los paneles de "Marcolita" y la instalación de refuerzos estructurales

Para evitar una catástrofe mayor, finalmente se decidió colocar una especie de "jaulas" alrededor de todos los edificios del conjunto, estructuras de concreto adicionales bastante gruesas que reforzaron a las ya desgastadas estructuras originales de la década de 1960, así mismo se removieron los paneles plásticos de las fachadas, elaborados en un material denominado "Marcolita" (posiblemente este material estaría basado en el "Makrolon", lámina de policarbonato comercializada por la empresa Bayer desde finales de la década de 1950) el cual se comprobó que era extremadamente flamable; lo que provocó que la calidad arquitectónica y estética del conjunto decayera enormemente, motivando que cayera en un estado de semi-abandono que favoreció el aumento de la delincuencia, convirtiendo a jardines, pasillos, parques y escaleras en lugares propicios para los asaltantes.

Por desgracia, aunque existen esfuerzos por parte de los habitantes del Conjunto Urbano Nonoalco-Tlatelolco por mejorar la zona dando mantenimiento a parques y jardines, repintando las fachadas y derrumbando o reutilizando los edificios en desuso; no han logrado recuperar la imagen de éste conjunto, que sin duda es un exponente muy importante de la modernidad en la arquitectura mexicana, que fue pensado para convertirse el modelo a seguir para regenerar a la Ciudad de México y a otras ciudades del país, objetivo que por desgracia no pudo cumplir adecuadamente.

Conclusión

Tanto Tlatelolco como Pruitt-Igoe, son proyectos muy similares en cuanto a sus intenciones, las cuales en su época fueron las mejores, lo cual es digno de reconocérseles; también fueron por desgracia proyectos muy similares en cuanto a los acontecimientos que provocaron su deterioro, los cuales radican en los problemas sociales y políticos que sus diseñadores no pudieron atacar de una manera adecuada. Hoy en día uno de estos proyectos ya no existe (Pruitt-Igoe) y el otro sobrevive moribundo (Tlatelolco), como muestra de un pasado que como sociedad y también como arquitectos, tenemos el deber de superar, de aprender de sus errores, pero sobre todo, de mejorar las cosas buenas que estos proyectos si pudieron haber tenido.

Fuentes

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